De la Palabra de Dios y de los testimonios de su Espíritu se ha estado difundiendo luz, de modo que ninguno necesite errar en cuanto a su deber. Dios requiere de los padres que eduquen a sus hijos para que lo conozcan y respeten sus derechos; deben educar a sus pequeños, como los miembros más jóvenes de la familia del Señor, para que adquieran belleza de carácter y disposición amable, para que sean aptos para brillar en las cortes celestiales. Al descuidar su deber y permitir que sus hijos se desarrollen en el mal, los padres cierran para ellos las puertas de la ciudad de Dios. Estos hechos deben penetrar en la comprensión de los padres; deben levantarse para reasumir la obra que han descuidado durante tanto tiempo.—Testimonies for the Church 5:325, 326.
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